ALMA | Denver, CO

“Ojalá le hubiésemos dicho que no estaba solo en esta batalla.”

Mi hermano Ola falleció a los 22 años por adicción a los opioides. Tuvimos una infancia traumática y, a muy temprana edad, las sustancias fueron su escape, en particular, las pastillas recetadas. Su adicción empezó a notarse en la secundaria. Tenía facilidad para los deportes y el estudio, pero luego lo detuvieron por conducir bajo los efectos de sustancias, y a mi familia le costó encontrar la manera de ayudarlo. Lo presionamos para que esté sobrio; creo que esto lo avergonzó mucho. Después de que lo detuvieron por conducir bajo los efectos de sustancias, lo que más me preocupaba era que lo arresten o que vaya a la cárcel y cómo eso afectaría su futuro. Esto fue antes de que toda la crisis con los opioides salga a la luz. Nunca pensé que mi hermano se moriría por adicción a los opioides. Cuando en el obituario omitieron que se trató de una sobredosis, me afligió mucho, pero también me apenó.

Éramos parte de una comunidad muy unida. Recuerdo a una maestra muy respetada acercarse a nosotros algunos meses después de que Ola falleciera y descargar toda esta vergüenza y odio hacia mi hermano, y decir que fue un ejemplo de cómo no hay que vivir. Fue muy angustiante e injusto recordarlo así, la gente juzgándolo a él y a nuestra familia sin entender la adicción en lo absoluto. Mirando retrospectivamente, creo que podríamos haber hecho más para aplacar la vergüenza que mi hermano estaba sintiendo. Ojalá le hubiésemos dicho que no estaba solo en esta batalla y que, independientemente de que haya lastimado a personas o de que se haya decepcionado a él mismo, podíamos superarlo y encontrarle atención compasiva donde no lo juzguen.