AMANDA | Denver, CO

“Fue recién cuando dejé de estigmatizarme que pude empezar mi recuperación a largo plazo.”

Empecé a consumir OxyContin a los 16 años; no llevó mucho tiempo para que se convirtiera en una adicción. Con el paso del tiempo, empecé a consumir heroína porque era más barata. Lo escondí muy bien hasta que necesité tratamiento. Mi madre sabía que fumaba hierba y bebía un poco, pero quedó conmocionada cuando mi gran consumo de drogas salió a la luz. Después de que tuve una recaída, hubo meses en los que convencí a todos de que estaba bien, y luego terminé en el hospital. Mis padres intentaron de todo para mantenerme con los pies sobre la tierra y controlaban lo que hacía. Pero era muy buena manipulando y estaba dispuesta a hacer lo que fuera para conseguir la próxima dosis. Yo creo que una de las ideas erróneas era que yo estaba eligiendo esto y, de muchas maneras, lo estaba haciendo. Sin embargo, químicamente hablando, llegó un punto en el que yo ya no podía elegir.

Con el correr de los días me quedé sin dinero y regresé a mi casa. Fue ver el dolor de la abstinencia lo que realmente hizo que mi madre vea la adicción de otra manera. Estaba violentamente enferma, y mi madre era mi enfermera. En el punto más oscuro, cuando se sentía tan desahuciada y no sabía cómo ayudarme, finalmente entendió que consumir no era una elección. Desde ese momento, estuvo lista para hacer lo que fuera necesario para ayudarme a recuperarme. Una vez que tuve su apoyo, me di cuenta de que tenía que recuperarme por mi propio bienestar. Fue recién cuando dejé de estigmatizarme que pude empezar mi recuperación a largo plazo.