JERRID | Colorado Springs, CO

“Solo cuando eres honesto contigo mismo puedes verdaderamente cambiar el curso.”

Mi familia tiene una larga historia de uso de alcohol y drogas. Mi madre trabajaba intensamente para proveernos el sustento, y por esto ella no pasaba mucho tiempo en casa. Esta situación me hizo sentir que no estaba recibiendo suficiente atención en casa y se me hizo fácil salirme con la mía con frecuencia: a los doce años, ya fumaba marihuana y a veces tomaba alcohol con amigos. Yo era bueno en muchas cosas: la escuela, los deportes y establecer contactos; mi éxito hacía que llamara la atención, algo que no recibía en casa. En la escuela secundaria, ya compraba y vendía drogas porque eran de fácil acceso y le quitaba la carga económica a mi mamá. Tuve la oportunidad de ir a la universidad, pero la rechacé porque mi novia estaba embarazada; estaba haciendo un gran esfuerzo por ser un padre y crear una familia, pero me derrumbé cuando mi novia se fue. Hubo oportunidades y periodos de positividad, pero algunas puertas cerradas y la soledad me enviaron a un camino de autodestrucción. Durante los siguientes años, tuve dificultades con comportamientos imprudentes, mala suerte e injusticia institucional; entraba y salía de la cárcel y fluctuaba entre la sobriedad y la adicción. Todavía deseaba la validación de otras personas que sentía que nunca había recibido de mi familia.

El uso de drogas y este estilo de vida me empujaron a un punto en donde me sentí tan mal que no quería estar vivo. Finalmente supe que tenía que pedir la ayuda de un tratamiento. Supe que tenía que aceptar todo, así que pedí ayuda. No solo esto me ayudó a recuperarme, pero me dio la fortaleza para hacer más. He aprendido a no culpar a otros por mi situación y a tomar responsabilidad de mis acciones. Aceptando esto y tomando el control de mi vida me ha dado oportunidades extraordinarias como criar a mi hermosa familia y compartir lo que he aprendido con otros que lo necesitan.