TERESA | Denver, CO
“Ahora no me hace falta nada para levantarme a la mañana y me siento bien.”
No empecé a consumir opioides sino hasta los treinta y comencé a usar heroína. La adicción te arruina la vida. Odiaba tener esa necesidad todo el tiempo para poder seguir adelante y tener voluntad de hacer algo. Además, me daba mucha vergüenza la forma en que me miraba la gente que sabía que me drogaba, cuando veían las marcas en mis brazos. Otras personas solían decirme: “Puedes dejarlo cuando quieras.” Les decía que no era fácil pero tan solo se te quedaban mirando con desprecio. Como si fueras a robarles todo si te dejaran entrar a su casa. Incluso cuando iba al hospital, me señalaban con un distintivo porque me inyectaba.
Llegó un punto en el que me cansé. El medicamento ya no surtía efecto y solo lo tomaba para no tener que sufrir los efectos de la abstinencia. Veía a las personas en la televisión y decía que quería ser como ellas, por lo que empecé el tratamiento con metadona. Sabía que si lo hacía bien, podría finalmente desintoxicarme y superar la adicción a los opioides. Ahora no me hace falta nada para levantarme a la mañana y me siento bien. Me siento orgullosa de mí misma. Las personas no se dan cuenta de que es una enfermedad y de que quienes la padecen necesitan apoyo y de que cuando eres débil y te caes, es entonces cuando necesitas que alguien te dé una mano.