
Vanessa | Thornton, CO
“En mi recuperación, he aprendido que todos mis procesos —el mental, el emocional y la recuperación del consumo de sustancias— requieren la misma atención, y que debo estar tan dispuesta a aceptar amor y compasión como a dárselos a los demás.”
Mi consumo de sustancias comenzó después de cumplir 20 años. Trabajaba como mesera y tocaba música, lo que me proporcionaba atención, y las drogas me permitían disimular el dolor de no sentirme aceptada. Esto continuó durante años y eventualmente me llevó a la cárcel. Tras cumplir cuatro años de una condena de diez, me enfoqué en mí misma, aprendí a amarme como realmente era y comencé mi camino hacia la recuperación.
Hubo un momento en la cárcel que lo cambió todo. Una reclusa mayor que yo me dijo que me enfocara en mí misma y me recordó que lo único que importaba ahí era mi número de identificación del recluso. En ese momento entendí que no necesitaba complacer a nadie más que a mí misma y darle prioridad a mi recuperación por encima de todo.
En 2019, tras darme cuenta de que lo había perdido todo: familia, conexiones, confianza, empecé a enfocarme en mi recuperación. El yoga me ayudó a despojarme de mi ego y comenzar a sanar. Mi camino se centró en recuperar mi auténtico yo, y cambiar para convertirme en Vanessa fue un momento decisivo. Finalmente acepté quién era y comencé a amarme de verdad.
En la comunidad de recuperación encontré amor y aceptación incondicionales. Las personas en recuperación a menudo nos sentimos derrotadas, pero una vez que empezamos a sanar, devolvemos ese amor. Cuando cambié, temí perder las conexiones que había construido, pero ocurrió lo contrario. Me aceptaron y eso empoderó a otros en la comunidad a aceptar sus propias verdades.
Al principio de mi recuperación, tenía dificultades para poner límites y a menudo me esforzaba al máximo por los demás. Pero aprendí que consentir a las personas puede perjudicar su recuperación. Muchos de mis amigos cercanos no pusieron límites, y los perdí. Ahora, me aseguro de enfocarme primero en mí misma, equilibrando todos los aspectos de mi recuperación, incluyendo la salud mental y el trauma.
Mi pasión ahora es ayudar a otros en su proceso de recuperación, hablarles de mi experiencia y animarlos a descubrir su verdad. Creo que nuestras voces son poderosas, y cuando escuchamos con el corazón, vemos a las personas como realmente son: no por su raza, género ni historia, sino como seres humanos que merecen amor, aceptación y una segunda oportunidad.